Puerta 12: Memorias del horror
INVESTIGACION: A 32 AÑOS DE LA MAYOR TRAGEDIA QUE VIVIO EL FUTBOL ARGENTINO
Puerta 12: Memorias del horror
Fue el 23 de junio de 1968. Había terminado un River-Boca. En la Puerta 12 del Monumental hubo una avalancha. Murieron 71 hinchas, la mayoría menores. La Justicia nunca encontró culpables. Clarín reconstruyó esa dolorosa tarde con nuevos testimonios.
CARLOS PRIETO Y ANDRES BURG
Un rato antes de las tres menos cuarto de la tarde se supo cuál era la travesura que había preparado Angel Clemente Rojas: quitarle la gorra al ya legendario Amadeo Carrizo. Pero el arquero se negó a comenzar el partido hasta que le devolvieron la cábala, y más tarde se vengó del delantero. Cuando faltaban diez minutos para el final del partido, Carrizo se sentó en el césped para burlarse de la escasez ofensiva de Boca. Amadeo y Rojitas, que le pusieron unos gramos de alegría a un encuentro empatado 0 a 0 y sin atractivos, jamás imaginaron mientras caminaban hacia el vestuario que aquel clásico se estaba metiendo en la historia de la peor manera. Porque esa tarde de hace 32 años, el 23 de junio de 1968, 71 hinchas encontraron la muerte en una avalancha trágica en la Puerta 12 del Monumental. Fue la más grande catástrofe del fútbol argentino. Pero para la Justicia nunca hubo responsables.
"Me salvé porque tenía la costumbre de quedarme un buen rato en la tribuna después de que terminaba el partido. Estaba con un amigo que hacía la colimba junto conmigo. Cuando bajamos, la Policía cerraba el paso hacia esa puerta, pero no tenía la menor idea de por qué. Era muy confuso" (Hugo Vargas, 52 años, testigo).
Los hinchas visitantes ocuparon la tribuna que da a Figueroa Alcorta. Estaba atestada, como todo el Monumental. La popular valía 300 pesos moneda nacional (1 dólar se cotizaba a 350). Por el frío —la temperatura máxima fue de 12ø7— y por el aburrimiento, las 90.000 personas que habían visto el partido querían irse lo antes posible. En el sector visitante comenzaron las avalanchas. Se venía la tragedia.
"El clima era peligroso. Algunos hinchas habían quemado banderas de River. Otros arrojaban cohetes, monedas y vasos con orina a los que estaban en la parte baja de la tribuna. No faltaron trompadas ni pequeñas avalanchas" (de Eduardo Amatucci, testigo, a Clarín en 1968).
El último tramo de las escaleras que bajan a la Puerta 12 —actual sector L de la tribuna alta Centenario, siempre ocupado por los hinchas visitantes— tiene 80 escalones entre el descanso al aire libre del primer piso y la calle. En cada uno caben 15 personas como máximo. Un túnel oscuro y peligroso. Una trampa terrible si los simpatizantes que están abajo no pueden salir y los que están arriba empujan y empujan sin saber qué sucede.
"En un principio era una avalancha normal, pero después se acrecentó. Iba por el aire, sin tocar el piso. Algo empezó a salir mal. La avalancha se detuvo. Cada vez estaba más apretado. Había gritos de pánico, de mucho miedo. La gente que estaba abajo quería subir. Estábamos uno arriba de otro bajo una terrible presión que no dejaba respirar. Me caí y después me desmayé. ¿Cuál fue el motivo de la tragedia? Nunca lo conocí. Yo me salvé de milagro. Quizá gracias a la gente que me ayudó porque era el más joven de todos y porque la avalancha se detuvo cuando yo estaba en un recodo de la escalera. Apenas tenía 14 años. Nunca más fui a ver a Boca" (Miguel Durrieu, 46, sobreviviente).
Fue demasiado tarde cuando los gritos y los gestos desesperados pudieron detener la marea descendente. Setenta y un muertos (más víctimas que en el accidente de hace 10 meses en el Aeroparque, donde perdieron la vida 67 personas) por golpes y por asfixia. Más de sesenta heridos. ¿Por qué? Treinta y dos años después, se sigue sin tener una certeza de la causa. Desde el primer momento, los testigos sobrevivientes daban versiones diferentes. La mayoría vio los portones metálicos cerrados o entornados. Y muchos aseguraron que los molinetes no habían sido retirados.
"Los molinetes estaban colocados en la salida y tenían una barra de hierro que no permitía el paso ni de a una persona a la vez" (de Juan Iñíguez a Crónica en 1968)
"Yo puedo asegurar que, diez minutos antes del final del partido, la Puerta 12 estaba cerrada. Mi hijo de 10 años se desmayó y quise salir por ahí, pero me vi obligado a subir con el nene en brazos y buscar otra salida. La puerta estaba cerrada, yo la vi. Y para peor, cuando la abrieron, quienes estábamos en las primeras filas nos encontramos con los molinetes. Fue tremendo, señor" (de Enrique Acuña, sobreviviente, a Clarín en 1968).
Pero otros hinchas afirmaron convencidos que la tragedia fue causada por una brutal represión policial. Según esa hipótesis, que también fue muy reiterada por los testigos, la Montada detuvo al público a puro bastonazo y provocó que muchos hinchas que estaban saliendo del estadio por la Puerta 12 intentaran retroceder. La Policía era temible —gobernaba por la fuerza el dictador Juan Carlos Onganía— en las calles, canchas y universidades.
"Los hinchas hacían sus necesidades en vasos de café y le tiraban orina y excremento a la Policía montada que estaba en la calle. Eso provocó la represión policial y luego, la tragedia" (William Kent, ex presidente de River).
"Hubo agentes que actuaron sobre la gente que se desconcentraba por la escalera de la Puerta 12, mientras era obstruida por la Policía montada. Allí se produjo el desbande y la tragedia. La puerta estaba abierta y los molinetes, retirados. Yo estaba ahí y doy fe de ello. Mi hipótesis es que se quiso poner a cubierto el desempeño de la Fuerza y se inventó el tema de los molinetes" (de Juan Carlos Tabanera, ex inspector general de la Municipalidad, a Domingos Populares en 1988).
En algo coincidieron todos: la iluminación de la escalera era inexistente, el piso estaba resbaladizo y no había pasamanos ni barandas. La mayoría de los hinchas que salían por otras puertas, incluso a pocos metros del desastre, sabían poco y nada de lo que estaba ocurriendo en la Puerta 12. Pero tarde o temprano se enteraron.
"Ese día estuve en la tribuna de River, y salí por la puerta de al lado. Recién me enteré a diez cuadras del estadio, cuando salían los camiones con los muertos. Los cuerpos estaban violetas" ("Cacho" Burgo, testigo).
La angustia de los familiares de los hinchas que habían asistido a la cancha se hizo into lerable a las pocas horas. "¡Papá está en casa!", gritó desbordado de nervios un muchacho en la comisaría 33 cuando, desde su casa, le avisaron por teléfono que su padre había sobrevivido. Pero los que no tuvieron esa suerte empezaron a peregrinar por hospitales y comisarías para intentar descifrar las cadáveres numerados y aún sin identificación.
"Pensaban que yo había muerto y me escribieron el número 19 en mi pecho, como si ya fuera finado. Recién en el hospital Pirovano se dieron cuenta de que todavía respiraba. Tenía los ojos color morcilla y la piel color carbón. Me estalló un oído y casi pierdo la vista. Me habían dado por muerto. Sólo recuerdo hasta que terminó el partido y me metí en la escalera de la Puerta 12. Después no me acuerdo de nada más, pero mi esposa vio en un video que los molinetes estaban puestos y que la Policía pegaba. Me salvé porque tengo una caja torácica grande" (Juan Carlos Alomo, 57 años, sobreviviente).
"Tenía franco, pero me enteré y al rato llegué al hospital. Era un horror y se pudo hacer muy poco. Recuerdo a los familiares corriendo desesperadamente por los pasillos. Los hospitales no estaban preparados para recibir víctimas en masa. Los que se salvaron fue por su fortaleza física. Hasta llegó el presidente Onganía para hacer rostro" (Jorge Izza, médico, ex jefe del hospital Pirovano).
La mayoría de los muertos eran jóvenes y adolescentes. El promedio de edad, 19 años. Por eso la causa quedó a cargo de un juez de Menores, Oscar Hermelo. Cuando al día siguiente fue al estadio para hacer un reconocimiento visual, todavía había cordones, hebillas de cinturón y peines sobre los escalones. Y manchas de sangre.
Los hechos de la Puerta 12 trascendieron fuera de la Argentina. Unidos por el espanto, el Barcelona de España, la Universidad de Chile y la Liga Paraguaya ofrecieron sus equipos para jugar partidos en Buenos Aires a beneficio de los familiares de las víctimas. En el país se decretó duelo nacional. Ese día, en las páginas de espectáculos de Clarín, se anunciaban películas como "Psexoanálisis", "Turismo de Carretera", "Al maestro con cariño" y "Grand Prix". Pero llamaba mucho la atención un aviso de Teleonce que promocionaba un documental sobre la muerte de Carlos Gardel, de la que se cumplían 33 años: "Crónica de un día triste", se leía en grandes letras. El martes fueron enterrados los restos de la mayoría de las víctimas, pero todavía quedaban dos cadáveres sin identificar. El viernes falleció en el hospital Fernández Julián Fieldman, de 16 años, la víctima 71 de la tragedia. Dos meses después, el juez ordenó la prisión preventiva de Américo Di Vietro y Marcelino Cabrera, intendente y capataz de River, y dispuso un embargo de 200 millones contra ambos y contra el club.
"El suceso se desencadenó y alcanzó la magnitud extraordinaria conocida por la existencia en las bocas de salida de un obstáculo irremovible entre los que cabe mencionar: 1°, la puerta plegadiza total o parcialmente cerrada; 2°, la puerta plegadiza replegada y no rebatida, más el total de molinetes colocados; 3°, la puerta plegadiza replegada y no rebatida, más algunos molinetes colocados" (fragmento del informe de los peritos que intervinieron al juez Oscar Hermelo).
Pero a fines de noviembre, mientras en el teatro Agón se representaba la obra "La puerta 12", de Martha Pensel y Gerald Huillier, la sala VI de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, integrada por Raúl Munilla Lacasa, Jorge Quiroga y Ventura Esteves, sobreseyó definitivamente a ambos imputados y les levantó el embargo. Los tres camaristas consideraron que las pruebas demostraban que, antes de haber terminado el partido, todos los obstáculos habían sido removidos.
"Yo había dispuesto el procesamiento de dos personas pero, cuando la Cámara revocó la medida, la investigación no pudo continuar" (ex juez Oscar Hermelo, 84 años, a Clarín a través de un familiar).
La queja presentada por los damnificados ante la Corte Suprema quedó "dormida" largamente. En agosto de 1969, cansados, los familiares desistieron del recurso.
"(La demora) resulta penosa para quienes recurren a este palacio en demanda de justicia, particularmente para los abogados que no pueden encontrar ya argumentos lógicos para explicar lo inexplicable... Una justicia tardía ya nada repara y resulta carente de sus atributos más precisos y esenciales" (del escrito presentado por los abogados de los familiares de las víctimas, Marcos Hardy y Carmen Palumbo, al desistir del recurso de queja ante la Corte Suprema).
A fines del 68 los clubes y la AFA reunieron 32 millones de pesos (menos de 100.000 dólares) para ofrecerlos a los familiares como resarcimiento. En enero del 69 dispusieron darles 30 días de plazo a los damnificados para que se anotaran para cobrar el resarcimiento, pero en la misma nota el interventor Armando Ramos Ruiz intimaba a quienes querían cobrar esa suma para "renunciar expresamente a cualquier acción legal contra River" para exigir indemnizaciones. Dos años después, la AFA y River fueron condenados a pagarles 140.000 pesos ley (14.000.000 moneda nacional) a Nélida Oneto de Gianolli y Diógenes Zúgaro, familiares de víctimas en la tragedia. Pero el resto jamás reclamó ni cobró un solo peso.
"No había pensado en hacer juicio, pero un abogado de tránsito me convenció y lo ganamos. Mi esposo tenía 35 años. Pero pasó mucho tiempo, yo me volví a casar y tuve hijos. Es un hecho que tengo medio olvidado y prefiero no volver a hablar" (Nélida Oneto de Gianolli, viuda de una de las víctimas).
Hoy, los portones metálicos y los molinetes del Monumental son otros. Pero el último tramo de la escalera sigue siendo un túnel con iluminación deficiente, aunque ahora tenga una baranda central que divide la circulación. Los encargados de controlar las entradas, que no pasan de los 30 años, apenas saben lo que ocurrió aquella tarde. Igual que muchos hinchas jóvenes. Apenas saben que allí se vivió la mayor tragedia del fútbol argentino.
Fuente: www.clarin.com.ar
Puerta 12: Memorias del horror
Fue el 23 de junio de 1968. Había terminado un River-Boca. En la Puerta 12 del Monumental hubo una avalancha. Murieron 71 hinchas, la mayoría menores. La Justicia nunca encontró culpables. Clarín reconstruyó esa dolorosa tarde con nuevos testimonios.
CARLOS PRIETO Y ANDRES BURG
Un rato antes de las tres menos cuarto de la tarde se supo cuál era la travesura que había preparado Angel Clemente Rojas: quitarle la gorra al ya legendario Amadeo Carrizo. Pero el arquero se negó a comenzar el partido hasta que le devolvieron la cábala, y más tarde se vengó del delantero. Cuando faltaban diez minutos para el final del partido, Carrizo se sentó en el césped para burlarse de la escasez ofensiva de Boca. Amadeo y Rojitas, que le pusieron unos gramos de alegría a un encuentro empatado 0 a 0 y sin atractivos, jamás imaginaron mientras caminaban hacia el vestuario que aquel clásico se estaba metiendo en la historia de la peor manera. Porque esa tarde de hace 32 años, el 23 de junio de 1968, 71 hinchas encontraron la muerte en una avalancha trágica en la Puerta 12 del Monumental. Fue la más grande catástrofe del fútbol argentino. Pero para la Justicia nunca hubo responsables.
"Me salvé porque tenía la costumbre de quedarme un buen rato en la tribuna después de que terminaba el partido. Estaba con un amigo que hacía la colimba junto conmigo. Cuando bajamos, la Policía cerraba el paso hacia esa puerta, pero no tenía la menor idea de por qué. Era muy confuso" (Hugo Vargas, 52 años, testigo).
Los hinchas visitantes ocuparon la tribuna que da a Figueroa Alcorta. Estaba atestada, como todo el Monumental. La popular valía 300 pesos moneda nacional (1 dólar se cotizaba a 350). Por el frío —la temperatura máxima fue de 12ø7— y por el aburrimiento, las 90.000 personas que habían visto el partido querían irse lo antes posible. En el sector visitante comenzaron las avalanchas. Se venía la tragedia.
"El clima era peligroso. Algunos hinchas habían quemado banderas de River. Otros arrojaban cohetes, monedas y vasos con orina a los que estaban en la parte baja de la tribuna. No faltaron trompadas ni pequeñas avalanchas" (de Eduardo Amatucci, testigo, a Clarín en 1968).
El último tramo de las escaleras que bajan a la Puerta 12 —actual sector L de la tribuna alta Centenario, siempre ocupado por los hinchas visitantes— tiene 80 escalones entre el descanso al aire libre del primer piso y la calle. En cada uno caben 15 personas como máximo. Un túnel oscuro y peligroso. Una trampa terrible si los simpatizantes que están abajo no pueden salir y los que están arriba empujan y empujan sin saber qué sucede.
"En un principio era una avalancha normal, pero después se acrecentó. Iba por el aire, sin tocar el piso. Algo empezó a salir mal. La avalancha se detuvo. Cada vez estaba más apretado. Había gritos de pánico, de mucho miedo. La gente que estaba abajo quería subir. Estábamos uno arriba de otro bajo una terrible presión que no dejaba respirar. Me caí y después me desmayé. ¿Cuál fue el motivo de la tragedia? Nunca lo conocí. Yo me salvé de milagro. Quizá gracias a la gente que me ayudó porque era el más joven de todos y porque la avalancha se detuvo cuando yo estaba en un recodo de la escalera. Apenas tenía 14 años. Nunca más fui a ver a Boca" (Miguel Durrieu, 46, sobreviviente).
Fue demasiado tarde cuando los gritos y los gestos desesperados pudieron detener la marea descendente. Setenta y un muertos (más víctimas que en el accidente de hace 10 meses en el Aeroparque, donde perdieron la vida 67 personas) por golpes y por asfixia. Más de sesenta heridos. ¿Por qué? Treinta y dos años después, se sigue sin tener una certeza de la causa. Desde el primer momento, los testigos sobrevivientes daban versiones diferentes. La mayoría vio los portones metálicos cerrados o entornados. Y muchos aseguraron que los molinetes no habían sido retirados.
"Los molinetes estaban colocados en la salida y tenían una barra de hierro que no permitía el paso ni de a una persona a la vez" (de Juan Iñíguez a Crónica en 1968)
"Yo puedo asegurar que, diez minutos antes del final del partido, la Puerta 12 estaba cerrada. Mi hijo de 10 años se desmayó y quise salir por ahí, pero me vi obligado a subir con el nene en brazos y buscar otra salida. La puerta estaba cerrada, yo la vi. Y para peor, cuando la abrieron, quienes estábamos en las primeras filas nos encontramos con los molinetes. Fue tremendo, señor" (de Enrique Acuña, sobreviviente, a Clarín en 1968).
Pero otros hinchas afirmaron convencidos que la tragedia fue causada por una brutal represión policial. Según esa hipótesis, que también fue muy reiterada por los testigos, la Montada detuvo al público a puro bastonazo y provocó que muchos hinchas que estaban saliendo del estadio por la Puerta 12 intentaran retroceder. La Policía era temible —gobernaba por la fuerza el dictador Juan Carlos Onganía— en las calles, canchas y universidades.
"Los hinchas hacían sus necesidades en vasos de café y le tiraban orina y excremento a la Policía montada que estaba en la calle. Eso provocó la represión policial y luego, la tragedia" (William Kent, ex presidente de River).
"Hubo agentes que actuaron sobre la gente que se desconcentraba por la escalera de la Puerta 12, mientras era obstruida por la Policía montada. Allí se produjo el desbande y la tragedia. La puerta estaba abierta y los molinetes, retirados. Yo estaba ahí y doy fe de ello. Mi hipótesis es que se quiso poner a cubierto el desempeño de la Fuerza y se inventó el tema de los molinetes" (de Juan Carlos Tabanera, ex inspector general de la Municipalidad, a Domingos Populares en 1988).
En algo coincidieron todos: la iluminación de la escalera era inexistente, el piso estaba resbaladizo y no había pasamanos ni barandas. La mayoría de los hinchas que salían por otras puertas, incluso a pocos metros del desastre, sabían poco y nada de lo que estaba ocurriendo en la Puerta 12. Pero tarde o temprano se enteraron.
"Ese día estuve en la tribuna de River, y salí por la puerta de al lado. Recién me enteré a diez cuadras del estadio, cuando salían los camiones con los muertos. Los cuerpos estaban violetas" ("Cacho" Burgo, testigo).
La angustia de los familiares de los hinchas que habían asistido a la cancha se hizo into lerable a las pocas horas. "¡Papá está en casa!", gritó desbordado de nervios un muchacho en la comisaría 33 cuando, desde su casa, le avisaron por teléfono que su padre había sobrevivido. Pero los que no tuvieron esa suerte empezaron a peregrinar por hospitales y comisarías para intentar descifrar las cadáveres numerados y aún sin identificación.
"Pensaban que yo había muerto y me escribieron el número 19 en mi pecho, como si ya fuera finado. Recién en el hospital Pirovano se dieron cuenta de que todavía respiraba. Tenía los ojos color morcilla y la piel color carbón. Me estalló un oído y casi pierdo la vista. Me habían dado por muerto. Sólo recuerdo hasta que terminó el partido y me metí en la escalera de la Puerta 12. Después no me acuerdo de nada más, pero mi esposa vio en un video que los molinetes estaban puestos y que la Policía pegaba. Me salvé porque tengo una caja torácica grande" (Juan Carlos Alomo, 57 años, sobreviviente).
"Tenía franco, pero me enteré y al rato llegué al hospital. Era un horror y se pudo hacer muy poco. Recuerdo a los familiares corriendo desesperadamente por los pasillos. Los hospitales no estaban preparados para recibir víctimas en masa. Los que se salvaron fue por su fortaleza física. Hasta llegó el presidente Onganía para hacer rostro" (Jorge Izza, médico, ex jefe del hospital Pirovano).
La mayoría de los muertos eran jóvenes y adolescentes. El promedio de edad, 19 años. Por eso la causa quedó a cargo de un juez de Menores, Oscar Hermelo. Cuando al día siguiente fue al estadio para hacer un reconocimiento visual, todavía había cordones, hebillas de cinturón y peines sobre los escalones. Y manchas de sangre.
Los hechos de la Puerta 12 trascendieron fuera de la Argentina. Unidos por el espanto, el Barcelona de España, la Universidad de Chile y la Liga Paraguaya ofrecieron sus equipos para jugar partidos en Buenos Aires a beneficio de los familiares de las víctimas. En el país se decretó duelo nacional. Ese día, en las páginas de espectáculos de Clarín, se anunciaban películas como "Psexoanálisis", "Turismo de Carretera", "Al maestro con cariño" y "Grand Prix". Pero llamaba mucho la atención un aviso de Teleonce que promocionaba un documental sobre la muerte de Carlos Gardel, de la que se cumplían 33 años: "Crónica de un día triste", se leía en grandes letras. El martes fueron enterrados los restos de la mayoría de las víctimas, pero todavía quedaban dos cadáveres sin identificar. El viernes falleció en el hospital Fernández Julián Fieldman, de 16 años, la víctima 71 de la tragedia. Dos meses después, el juez ordenó la prisión preventiva de Américo Di Vietro y Marcelino Cabrera, intendente y capataz de River, y dispuso un embargo de 200 millones contra ambos y contra el club.
"El suceso se desencadenó y alcanzó la magnitud extraordinaria conocida por la existencia en las bocas de salida de un obstáculo irremovible entre los que cabe mencionar: 1°, la puerta plegadiza total o parcialmente cerrada; 2°, la puerta plegadiza replegada y no rebatida, más el total de molinetes colocados; 3°, la puerta plegadiza replegada y no rebatida, más algunos molinetes colocados" (fragmento del informe de los peritos que intervinieron al juez Oscar Hermelo).
Pero a fines de noviembre, mientras en el teatro Agón se representaba la obra "La puerta 12", de Martha Pensel y Gerald Huillier, la sala VI de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, integrada por Raúl Munilla Lacasa, Jorge Quiroga y Ventura Esteves, sobreseyó definitivamente a ambos imputados y les levantó el embargo. Los tres camaristas consideraron que las pruebas demostraban que, antes de haber terminado el partido, todos los obstáculos habían sido removidos.
"Yo había dispuesto el procesamiento de dos personas pero, cuando la Cámara revocó la medida, la investigación no pudo continuar" (ex juez Oscar Hermelo, 84 años, a Clarín a través de un familiar).
La queja presentada por los damnificados ante la Corte Suprema quedó "dormida" largamente. En agosto de 1969, cansados, los familiares desistieron del recurso.
"(La demora) resulta penosa para quienes recurren a este palacio en demanda de justicia, particularmente para los abogados que no pueden encontrar ya argumentos lógicos para explicar lo inexplicable... Una justicia tardía ya nada repara y resulta carente de sus atributos más precisos y esenciales" (del escrito presentado por los abogados de los familiares de las víctimas, Marcos Hardy y Carmen Palumbo, al desistir del recurso de queja ante la Corte Suprema).
A fines del 68 los clubes y la AFA reunieron 32 millones de pesos (menos de 100.000 dólares) para ofrecerlos a los familiares como resarcimiento. En enero del 69 dispusieron darles 30 días de plazo a los damnificados para que se anotaran para cobrar el resarcimiento, pero en la misma nota el interventor Armando Ramos Ruiz intimaba a quienes querían cobrar esa suma para "renunciar expresamente a cualquier acción legal contra River" para exigir indemnizaciones. Dos años después, la AFA y River fueron condenados a pagarles 140.000 pesos ley (14.000.000 moneda nacional) a Nélida Oneto de Gianolli y Diógenes Zúgaro, familiares de víctimas en la tragedia. Pero el resto jamás reclamó ni cobró un solo peso.
"No había pensado en hacer juicio, pero un abogado de tránsito me convenció y lo ganamos. Mi esposo tenía 35 años. Pero pasó mucho tiempo, yo me volví a casar y tuve hijos. Es un hecho que tengo medio olvidado y prefiero no volver a hablar" (Nélida Oneto de Gianolli, viuda de una de las víctimas).
Hoy, los portones metálicos y los molinetes del Monumental son otros. Pero el último tramo de la escalera sigue siendo un túnel con iluminación deficiente, aunque ahora tenga una baranda central que divide la circulación. Los encargados de controlar las entradas, que no pasan de los 30 años, apenas saben lo que ocurrió aquella tarde. Igual que muchos hinchas jóvenes. Apenas saben que allí se vivió la mayor tragedia del fútbol argentino.
Fuente: www.clarin.com.ar